Queridos hermanos y hermanas:
Al llegar las fiestas de Navidad, deseo dirigiros a todos un sencillo mensaje de cordial felicitación y de sincero afecto, que sea, al mismo tiempo, una llamada a vuestros corazones para que viváis sincera e intensamente el Misterio de la Navidad: la cercanía de Dios.
El evangelista Mateo, al final de la narración del Nacimiento de Jesús, afirma que se ha cumplido la profecía de Isaías: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa «Dios-con-nosotros» (Mt 1, 23).
Dios, con su Hijo Jesús, se ha hecho el Dios cercano, humano, fraterno. Ha querido compartir nuestra existencia, experimentar nuestras fatigas, sufrir nuestras dolencias. ¡Admirable Misterio de la Navidad: Dios está aquí; venid, adoremos al Salvador! Por eso, queridos hermanos y hermanas, pienso que nada mejor os puedo desear que, en estos días tan entrañables y siempre, en el día a día, podáis experimentar la alegría de la cercanía de Dios a cada uno de nosotros.
La cercanía es el primer paso del amor. Dios, que es Amor y que siempre ama primero, se adelanta hacia nosotros haciéndose nuestro prójimo, nuestro semejante, compartiendo nuestra condición humana para que nosotros compartamos la divina. Se acerca para comunicarnos su amor y su ternura. Que nada, en esta Navidad, nos distraiga de esta verdad de la que brota la verdadera alegría navideña que dura siempre e ilumina la vida entera.
El evangelista Mateo cita también otra frase de Isaías que dice: El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande (Is 9, 1). La vida entera de Jesucristo-su nacimiento, su predicación, sus gestos, su muerte y resurrección-, ilumina siempre nuestra vida, la orienta y le marca el camino que conduce a la paz. Que la cercanía de Dios nos ayude y nos enseñe a ser cercanos a nuestros hermanos y hermanas, a hacernos prójimos solidarios de sus alegrías y de sus penas.
En nuestro mundo, tan comunicado, experimentamos a menudo el drama de la incomunicación en el interior de las familias, entre los grupos sociales, entre los distintos países. Podemos estar al lado de una persona, pero no estar con ella; podemos cruzarnos, pero no encontrarnos; se genera aislamiento, soledad, individualismo. Y así, muchos ven estos días como tristes. Por eso, también deseo -como obispo y pastor que ha de estar atento a todas las personas que se le confían-, que todos hagamos un gran esfuerzo para crear una corriente de cercanía en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Que nadie se sienta solo, que todos puedan experimentar el calor de la fraternidad.
Recuerdo un hermoso proverbio africano que dice: Lo vi de lejos y me pareció un arbusto; lo miré de cerca y me pareció un hombre; lo senté a mi mesa y encontré un hermano.
¡Feliz Navidad a todos! Con mi afecto y bendición.
José Vilaplana Blasco
Obispo de Huelva
Fuente: Diócesis de Huelva
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