Mis queridos hermanos y hermanas: Al comenzar la Cuaresma, os invito a vivir este tiempo como redescubrimiento de nuestro Bautismo. Lo hago en sintonía con el Papa Benedicto XVI, que ha centrado su mensaje cuaresmal en esta frase de San Pablo: "Con Cristo sois sepultados en el Bautismo; con Él también habéis resucitado" (cf. Col 2, 12).
La Cuaresma nos conduce hacia la Pascua, hacia la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Este es el acontecimiento fundamental de nuestra fe cristiana. Creemos que Cristo murió por nuestros pecados, ofreciendo por nosotros su sangre en la Cruz. Creemos que Cristo resucitó al tercer día y nos hizo participar de su victoria sobre el pecado y la muerte.
La celebración de la Pascua nos ayuda a renovar nuestra fe y a vivirla participando en la Muerte y Resurrección del Señor. No somos espectadores de este acontecimiento, somos partícipes: al recibir nuestro Bautismo fuimos sepultados con Cristo, muriendo al pecado, para resucitar con Él, compartiendo su misma vida, una vida nueva. Fuimos revestidos de Cristo y se nos impuso una vestidura blanca.
Cada año, al finalizar la Cuaresma, en la solemne Vigilia Pascual, la Iglesia nos invita a renovar las promesas bautismales y a vivir la alegría de asociarnos a Cristo resucitado que nos rejuvenece y nos permite vivir como auténticos discípulos suyos. Nos dice el Papa en el referido mensaje: "El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo".
La Cuaresma nos prepara para esta renovación. Es tiempo de conversión, de cambio, de renuncia a todo aquello que no es digno del nombre de cristiano. Es tiempo de entrenamiento para cumplir lo que el nombre de cristiano significa.
Dejémonos guiar por la Palabra de Dios, escuchada especialmente en la Eucaristía dominical, y, a su luz, preguntémonos: ¿He mantenido limpia mi vida como la vestidura blanca que recibí, o hay demasiadas manchas que la afean? Pidamos a Dios que nos purifique acogiendo la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia.
Preguntémonos también: ¿mi vida como discípulo de Cristo se diferencia en algo del que no lo es? ¿hay signos en mi vida en los que doy testimonio de que soy cristiano? Pidamos al Señor que, intensificando nuestra oración, limosna y ayuno, nos asemejemos más a Cristo: oración para conocerle más y lograr una mayor intimidad con Él; limosna para compartir con más generosidad con los hermanos necesitados; y ayuno absteniéndonos de todos aquellos vicios y apegos que no nos dejan avanzar por el camino de la santidad.
La participación en el gesto solidario, que cada año venimos haciendo como Iglesia diocesana, y que este año tiene como objetivo preparar una casa digna para atender a los que carecen de hogar, nos permitirá poner en medio de nuestra sociedad un signo de amor y esperanza.
Que la Virgen María, siempre cercana a la Cruz del Señor, nos acompañe en este camino cuaresmal y nos enseñe a ser fieles.
Con mi afecto y bendición.
Monseñor D. José Vilaplana Blasco
Obispo de Huelva
1 comentario:
Hola que tal?, para nada me ha molestado tu comentario en mi pequeño blog. Valoro mucho el tiempo que le dedica alguien a hacer alguno sea cual sea. Me parece muy interesante esas jornadas y si puedo, me acercaré. Gracias de nuevo por tu comentario y sobre todo por tu información. Un saludo.
Publicar un comentario