30 de mayo de 2008

Feliciano Bando, in memoriam.

Cuando se cumple un mes del fallecimiento de nuestro hermano Feliciano Bando, queremos reproducir sendos artículos publicados en diferentes medios en los días posteriores a su muerte, en los que se refleja el hondo pesar que su desaparición produjo en distintos ámbitos de la sociedad rocianera.

LA AMARGURA DE SU CALLE
Con la elegancia del mes de mayo, con el latir de la primavera, así llegó tu adiós... Bajo la mirada de Ella, a la que tanto le diste sin pedir nada a cambio, recibí la noticia de tu definitiva despedida. Empapado de Cruz de Mayo y celebrando doce lustros. Conmemoración que concebí fría y gris como esa última tarde del “abril, aguas mil”.
Y te fuiste casi sin hacer ruido. Hombre del saber rocianero, de humor fino y certero. El barbero, el pintor, el escritor, el beato y el rocianero de pro. Cuantos ratos de charlas, cuanto me enseñó tus palabras. Aunque quizás no lo creas, dejas un hueco irreemplazable. Tu voz de opinión clara delante del micrófono se apagó, pero ahora más que nunca, desde mi humilde paraje, alzaré y mostraré todo lo que guardabas. Quise que tus intervenciones en la radio fueran improvisadas, porque a la larga, era la forma más explícita de mostrar lo que sabías. Socorro y Dolores te alentaron en esos últimos días de fatigas, pero ahora estás con Ellas dentro del terreno celestial que tu fe derramaba. Héroe tertulias. Dejas un vacío en la Amargura de tu calle. Desde ese ventanal barroco donde la luz de la tarde te servía de guía para perderte entre páginas y escritos de monarquías y abecés. Donde partían tus palabras escritas para alguna revista de feria o publicación local. Gracias amigo porque de ti aprendí a amar a mi pueblo sin mirar al ombligo.
Gracias Feliciano por confiar en mí.


Blog "El Pastral"
http://www.elpastral.blogspot.com/


FELICIANO BANDO
Me entró su muerte como el sol aplastante que caía sobre la plaza aquella mañana de mayo y cruces. Contuve la palabra para dentro, mientras sentía una mano invisible que me invitaba, otro año más, a ver el colorido de la procesión desde la puerta de su casa de la calle Amargura. Feliciano Bando era el amigo, el barbero, el pintor, el poeta que nunca se movió de su sitio. Atado o nacido para su pueblo, siempre encontró en los refugios largos del tiempo, metidos entre su zaguán y su corral, el paso constante de las estaciones. Le tuvo las cosechas de la vida mirando la transparencia de sus deidades más cercanas. Tocaba la palabra al son de las tijeras, mientras sus dedos orlaban simpecados con hilos de plata, lienzos de colores casi intocables, poemas floreados de vírgenes y patronas, cual ermitaño, guardián y celador del paso silencioso de las viejas tradiciones de su pueblo. Sus emociones eran de ritmo lento y paulatino, sincronizadas por el martilleo sonoro de las campanas de la parroquial de San Bartolomé. "El mirón de la calle" como supo autocalificarse, impregnó sus enormes ojos en la sensación de lo cotidiano y la temporalidad inevitable medida por la regularidad de los oficios y pautas religiosas que lo formaban. Supo del adorno de los pasos, el color de los mantos, la liturgia de la costumbre, el hábito preciso de las observancias, críticas y consejos. Me cuesta, al pasar por su calle, pensar en la ausencia definitiva. No dudo que la memoria lo revivirá durante mucho tiempo con sólo ver las estelas de luz a cualquier hora de un día en Rociana, y espero que sus gentes lo evoquen, aunque sólo sea para remembranza de los no olvidados. Ahora sé que hay seres que no necesitan más espacios para vivir y morir en paz que aquel donde nacieron.


Antonio Ramírez Almanza (Odiel Información)
http://www.odielinformacion.es/

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